Crónica de una enferma mental

Me sumí en quietud, en silencio, siempre en silencio. Mis ojos perdidos miraban nada y mi boca hablaba a nadie; y él estaba junto a mí en todo momento, en todo lugar.

Me escucha sin hablarle y le atiendo sin oírle, él mira lo que mis ojos le enseñan sin poder huir, y grita lo que yo no me atrevo a decir sin que otros le escuchen, compartimos penas, glorias, sueños y fantasías, pero nunca estoy sola, él no me deja.

Le cuento historias que conoce, le hablo de filmes que ya ha visto, le menciono todo lo que me aconteció en un día sabiendo que ese conocimiento ya es suyo; pero aun así se lo digo y me escucha, me aconseja, desahogo mis tristezas con él, practicamos discursos, me alienta aun fracasada, compartimos gustos y apostamos sobre las cosas que asegura no me atrevería hacer, pero aunque pierda no se enoja, le gusta perder y le encantaría perder siempre, pero gana muy seguido y con mucha frecuencia. Y sus triunfos le entristecen porque no le gusta verme abatida.

Rompo a llorar en mi interior, «soy una cobarde» me escucho decir a mis adentros, «no quiero sufrir más en aquel mundo» sollozo. Y siento que alguien me abraza y un calor cubre mi cuerpo Y… ¿eres feliz en éste mundo?— su voz suena suave y me calma, no contesto, me siento descubierto y la vergüenza toma posesión de mi ser, jadeo y una desesperación me invade, mi cuerpo suelta lagrimas y una reacción se genera afuera, pero, enseguida reacciono y grito que si

Aquí no hay males, no hay mentiras, decepciones… sólo tú— dice él

Por fin me levanto y lo primero que hago es caminar a la cocina por mi café con leche y unas galletas; después, doy un sorbo al agua, para más tarde tomar mi medicamento

«Qué sueño más extraño» me digo a mí mismo mientras sonrío por tal ironía

Si, ESTOS SOMOS ALUME Y YO

De Mar Rivas.