A los nueve años me llevó mi padre para el colegio de
huérfanos de la armada, también llamado Colegio de Nuestra Señora del Carmen o
CHA.
Me acuerdo que cuando me examinaron de ingreso el profesor
me preguntó con que había matado Caín a Abel y yo le contesté que con un sacho.
El profesor se quedó de piedra y me aprobó gracias a la recomendación de mi tío
que era capellán del colegio.
También me acuerdo cuando pasé a primero. Me llamó mucho la
atención la indumentaria que llevaba un profesor, que llevaba un traje de marino con unos colgantes dorados.
Yo en el colegio estaba bastante presionado por las
novatadas, que por cierto me hicieron bastantes y de todos los tipos: una vez me
ataron a un árbol en el campo de baloncesto y me dejaron allí dos horas.
Lo que más me gustaba era cuando repartían los libros del
curso y lo que menos los castigos que me
infligían. Como sacaba muchos ceros muchos domingos me quedaba arrestado y me
pasaba el día encerrado en el estudio, y
solo a veces nos dejaban ir al kiosco.
Y los que no tenían arresto, tenían cine. Yo cuando estaba
arrestado era por culpa de las notas. Yo la conducta la tenía buena.
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