De
la aventura susodicha, fui yo protagonista y es que lo llevaba pensado de
varios días, lo de ir al río a bañarme, y por fin lo hice y me salió mal la
jugada ¡Pues no me bañé como a mí me hubiera gustado! Principalmente por miedo
al río, y es que a veces la soledad mata. A la playa no me gusta ir por
vergüenza y al río por miedo.
Lo
más sorprendente del caso es que cuando me iba a vestir me encontré sin
calzoncillos ¡y menos mal que no armé un espolio! Lo llevé con paciencia y en
silencio, y eso que me estaban mirando dos mujeres. Mi sospecha sobre el
culpable es esta: cuando estaba tomando el sol en la toalla vi que se acercaba
una mujer con un perro y el perro se empeñaba en bajar al agua. Yo no le di
importancia y después pasó lo que pasó.
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