Una historia triste. Padezco una enfermedad psiquiátrica, pero llevaba unos meses de maravilla, los fármacos funcionaban y yo me encontraba estupendamente. Una noche de carnaval me quedé sola con mis dos hijas en casa, todo estaba bien, yo estaba tranquila, todo era normal. Mi cabeza y mi alma estaban en paz, hasta que me acerqué a la ventana de la cocina, la persiana estaba subida; miré y me dí cuenta de que era de noche, entonces un fuerte escalofrío penetró por todo mi cuerpo y empecé a sentir miedo, un miedo aterrador que me bloqueó.
Lo único que se me ocurrió fue llevarme a mis dos hijas de 10 y 5 años a mi cama, pensando que aquello me tranquilizaría, que estando juntas todo sería más sencillo, pero me equivoqué.
De repente empezó a faltarme aire, apenas podía respirar (era una crisis de ansiedad a consecuencia del pánico).
Sólo escuchaba a mis hijas gritar con el miedo y recuerdo perfectamente a mi hija con solo cinco años, de rodillas en la cama rogándole a Dios que por favor no se muriera su mamá y a la mayor de 10 años llamar a la vecina de enfrente para que le ayudara, y a su padre para que acudiera lo más pronto posible.
Pronto acudieron ambos y con la ayuda de una pastilla bajo la lengua fue suficiente para que me calmara.
Pero ahora y pasados ya unos días solo vaga en mi cabeza la forma de actuar de mis dos hijas (son tan pequeñas).
Me siento culpable, irresponsable por hacerles vivir esa situación, por no ser lo suficientemente fuerte para afrontarlo sola sin que ellas vieran nada, por que he de decir y vean ustedes hasta que punto sufrieron que mi hija la pequeña vomitó toda la cena presionada por los nervios, pensando que su mamá se estaba muriendo ahogada.
Estoy retirada con una permanente absoluta así que cobro y al mismo tiempo puedo acudir a Alume por las mañanas y aprender muchas cosas y por las tardes disfrutar de mis hijas, pero yo no estoy lo suficientemente preparada para ver sufrir a mis hijas, porque desde la infancia ya sufrió bastante su madre.
Quiero lo mejor para ellas, que sean todo lo felices que yo nunca pude ser, que se críen en el lugar hogareño más hermoso del mundo, pero con mi enfermedad creo que no las hago felices y eso señores pesa demasiado para llevar a cuestas.
Amo a mis hijas por encima de todo, pero lo que no voy a consentir es que sufran por mi culpa.
En estos últimos días mi cabeza y mi alma no se ponen de acuerdo, siento inseguridad, culpabilidad pero tambien siento felicidad al darme cuenta de que tengo dos hijas que me quieren, que me tienen idolatrada (siempre me dicen que soy la mejor mamá del mundo); cuando llegan del colegio lo primero que hacen es comerme a besos y abrazos.
Luego juntas hacemos los deberes, los juegos y los baños así como las cenas en familia, y ahí en esos momentos está mi marido, son los mejores momentos del día cuando todos estamos juntos, sin olvidar a mi querida suegra, que es para mi como la madre que nunca tuve.Y ahora dirán ustedes que le falta a esta chica para ser feliz; pues bien no tengo la respuesta.
Y no tengo la respuesta por que mi cabeza, a causa de mi enfermedad va más rápido que todo lo demás.
Sufro con cada sentimiento de culpa desde que tenía siete años, y desde entonces lo único bueno que he hecho es cuidar a la gente de mi familia, a los amigos que me necesitaban y ahora a mi marido, a mis hijas y a mi suegra. Tal vez, no sé cuando, un año, dos o un mes tendré que dejar Alume para cuidar a mi suegra por que ya está mayor; aunque he de decir que lo haré con mucho dolor, porque Alume es mi refugio, el lugar de paz y tranquilidad donde nunca estoy sola, donde cuando me siento mal puedo hablar con mis psicólogas o terapeutas y todo el mal que tenía se queda aquí enterrado.
No sé que pasará mañana o el mes que viene; mientas tanto voy a intentar disfrutar de éstos momentos felices que la vida me está regalando.
En mi camino largo y pesado he encontrado al amor de mi vida el que hoy y desde hace 13 años es mi marido. No tengo palabras para describirlo porque es el primer y gran amor de vida, es el hombro que está cuando necesito que alguien me consuele, mi gran amigo al que confiar mis secretos, el hombre que me sigue apasionando, mi doctor particular, y mi ángel de la guarda, por que siempre y desde que enfermé ha estado ahí, nunca se ha rendido. A veces le pregunto como es capaz de sobrellevar la situación y su respuesta es clara " porque te amo". Esas palabras alimentan mi autoestima y alegran mi alma. ¡Gracias Jose!
De Mar Rivas
Mar eres una escritora del alma y eso no te lo puede negar nadie este artículo llega al corazón hacía mucho que no había leído nada tan emotivo y tan lleno de razón. Tienes una familia que te adora y te quiere y aqui tienes una amiga para lo que necesites un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarÁnimo! Mucha fuerza!
ResponderEliminarGracias por leer nuestros artículos. Esperamos poder ayudarte a comprender mejor este tipo de enfermedad. Debido a la escasez de tiempo para la gestión diaria del blog, no nos es posible publicarlo ahora, pero agradecemos muchísimo tu comentario y se publicará a lo largo de la semana. ¡Gracias!
ResponderEliminarLe regalo a mi mamá
ResponderEliminaruna sonrisa de plata
que es la que alumbra mi cara
cuando de noche me tapa.
Le regalo a mi mamá
una caperuza roja
por contarme tantas veces
el cuento que se me antoja.
Le regalo a mi mamá
una colonia fresquita
por no soltarme la mano
cuando me duele la tripa.
Le regalo a mi mamá
una armadura amarilla
que la proteja del monstruo
que espanta en mis pesadillas.
Le regalo a mi mamá
el lenguaje de los duendes
por entender lo que digo
cuando nadie más lo entiende.
Le regalo a mi mamá
una chistera de mago
en la que quepan mis besos
envueltos para regalo.besos de patry
.